Circula por correo electrónico un mensaje acerca de las omisiones en la información del accidente que llevó a la muerte de Alvaro Ugaz. Otros blogs han abordado este asunto hace una semana -reflexionando acerca de cómo se trata (mal) a otros accidentados y sus familiares cuando sus nombres no nos dicen nada-, sin embargo, copio una parte de dicho correo debido a que sintetiza todos los vacíos y cuidados que ha merecido esta cobertura. Así como otros colegas que se han referido a este asunto, no pretendo incomodar a los amigos y familiares de Alvaro Ugaz que sienten su falta. Respeto su dolor. Pretendo que los periodistas revisemos nuestra práctica profesional y estemos al tanto de lo que el público espera de nosotros: muchas veces exige buen contenido.

Cito el correo electrónico anónimo:
Lo que llama la atención es cómo el periodismo, pese a tener a la mano todo lo mencionado, no hace preguntas ni indaga cosas elementales como:

El estado etílico de los tres conductores involucrados.
No entrevistan al acompañante de Álvaro Ugaz.
No preguntan qué hizo ni qué bebieron Ugaz y su colega antes de emprender rumbo a Lima.
No entrevistan con rigurosidad al tercer conductor.
No dicen cuál era la velocidad de cada vehículo al momento de los hechos.
No hacen mención de que adelantar al camión por la derecha constituye un grave falta de tránsito, más aun si se hace cerrando el paso al tercer vehículo.
Han buscado antecedentes del camionero pero no han preguntado los antecedentes de Álvaro Ugaz, no sólo por su récord de conductor sino entrevistando a personas que habitualmente lo acompañaban, para saber si hay antecedentes de haber sido correlón habitual.
Pese a que cualquier mirada imparcial responsabilizaría a Ugaz de su propia muerte, los periodistas han preferido enterrar cualquier cuestionamiento en este sentido y han concentrado sus esfuerzos en tres cosas:
Recordar la excelente calidad personal y profesional de su colega.
Sin acusarlo directamente, hurgar en todos los pecados pasados y presentes del camionero para que aparezca como exclusivo responsable de los hechos.
Exigir al Estado que castigue de modo efectivo a los conductores irresponsables sugiriendo, por supuesto, que Álvaro Ugaz no pudo ser uno de ellos.
De estas tres cosas no cuestiono la primera porque yo también disfrutaba mucho del trabajo de Álvaro Ugaz. Pero esto primero no explica ni justifica lo segundo y lo tercero. Si Álvaro Ugaz cometió un error que le costó la vida, el periodismo deberá hacer honor a tal verdad y además pedir disculpas al conductor del camión por mostrarlo ante el país como el asesino de Álvaro Ugaz. Esto último no creo que lo hagan jamás. Esperar que un solo periodista pida disculpas es una ingenuidad de quinceañera. Esperar que lo hagan todos sería infantil.
Sé que hablar de todo esto parece de mal gusto y ningún periodista quiere que se le tilde de desleal por hacer preguntas comprometedoras para un colega fallecido. Pero es algo que a mucha gente le ronda la cabeza y nadie puede ni se atreve a hablarlo claramente porque al final el periodismo es el que tiene los micrófonos, la imprentas y las pantallas.

Fin de la cita

De lo que indica este anónimo, parece imposible saber a qué velocidad iba cada uno de los vehículos en el momento del choque.
También tocaron este ángulo:
Marco Sifuentes
Pamela Acosta
Catalina Subirana