salud mental


El antropólogo e investigador Lurgio Gavilán durante la presentación de su libro en Lima. (Foto IEP)

El antropólogo e investigador Lurgio Gavilán durante la presentación de su libro en Lima. (Foto IEP)

Supe del trabajo de Lurgio, en octubre de este año, gracias a alguien que había leído borradores de sus textos corregidos en 2006 y que vio -en el muro de FB de un amigo- el anuncio de la presentación de su libro en México. Ello me llevó a contactarlo, vía Facebook también, para entrevistarlo mediante una videollamada.

A los pocos días, publiqué una nota en el diario El País, en la que daba cuenta de su historia, una historia que sale a la luz en un país donde, dije, hay dificultades para abordar el período de la violencia en el Perú en el espacio público, pues el tema del conflicto armado interno de inmediato genera bandos,  controversias y, en muchos casos, mentiras para atacar a un sector o a individuos con quienes no se está de acuerdo.  Este tipo de debate sobre la memoria, especialmente en Lima, es literalmente un espacio de competencia, en el que un grupo o algunos líderes de opinión -unos con más voz y poder político que otros- atacan a los que ven como enemigos.

Militares en retiro, fujimoristas y simpatizantes fujimoristas, políticos que se autodenominan de centro o independientes o que solo quieren el ‘avance’ o ‘desarrollo’ del Perú, empresarios (como el ex ministro Oscar Valdes), periodistas, expertos, etc. han identificado entre sus enemigos a los ex miembros de la Comisión de la Verdad y a todos quienes citen el informe final de la CVR. También son ‘enemigos’ los organismos, activistas y abogados de derechos humanos, las ONG, los artistas, periodistas, intelectuales y familiares de víctimas de hechos de violencia cometidos por las fuerzas del orden. Los llaman defensores de terroristas, o terroristas, o terrucos, o comunistas o caviares, o extremistas, o ultras o rojos. Les atribuyen también un odio o falta de respeto hacia las fuerzas armadas, dado que nunca se preocupan por los derechos humanos de ellos, de los que salvaron al Perú de Sendero Luminoso. (¿Quién defiende los derechos humanos de los policías, de los soldados?, suelen preguntar en medio de gritos o de llanto o en conversaciones en el taxi o en una esquina). Les achacan que solo les importan los derechos humanos de los terroristas (y esto también lo menciona Carlos Iván Degregori en su texto introductorio del libro). Señalan que se le hace un favor a SL al usar el término conflicto armado interno, porque se les reconoce como ‘combatientes’ como si hubiera habido aquí una guerra. Sostienen que solo hubo terrorismo y del otro lado pacificación, lucha contra el terrorismo.

Todo esto es visible en sus comentarios en los medios, en el Congreso, en iniciativas de ley, pero también ha sido visible en hechos en las calles, como cuando un grupo de personas –¿o vándalos? – echó pintura naranja en el memorial llamado ‘Ojo que llora’, a pocos metros de aquí en Jesús María. Un memorial, dicho sea de paso, cerrado para el ciudadano de a pie, e incluso difícil de visitar si uno no realiza un trámite.

Las personas e instituciones a quienes ataca ese primer grupo -en el debate político, en los medios o en eventos públicos- estos activistas, abogados, académicos, intelectuales, ex miembros de la CVR, etc. se defienden, usualmente recordando los delitos cometidos por las fuerzas del orden desde 1980 o cometidos también por miembros del gobierno de Alberto Fujimori. Intentan que quienes trabajaron para el Estado reconozcan que hubo violadores de los derechos humanos y que no cumplieron con la función del Estado de proteger a la persona. Recuerdan también que los grupos terroristas cometieron la mayor cantidad de muertes en los años del conflicto armado interno. Suelen recibir no solo insultos, sino también amenazas; a veces han sufrido seguimiento, reglaje, etcétera, por parte de las fuerzas de seguridad. En pocos casos tienen una experiencia saludable en su relación con las fuerzas del orden o quienes la representan. Vivimos ya al menos una década en esa dinámica de polarización, de tensión, de maniqueísmo, de reduccionismo (si se quiere, de histeria) a dos partes enemigas. Este año, se ha agregado un actor nuevo entre comillas, Movadef, que también lleva al extremismo el enfoque de los asuntos relativos a la violencia pasada y a la actual.

Este escenario de polarización existía desde la década de los años 80 pero se refuerza, ahonda o agrava luego de la producción del informe final de la CVR. En aquel tiempo, por ejemplo, el gobierno de Belaúnde y las FFAA criticaban los informes de Amnistía Internacional sobre violación a los derechos humanos en el Perú; por otro lado, las FFAA trataron de manera intimidante a personas como Pilar Coll cuando fue secretaria de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Una vez planteado esto, puedo entonces decir uno de los motivos por los cuales es tan valioso este libro del antropólogo Lurgio Gavilán: porque lleva la cuestión, el asunto, el tema a otro lugar, a otro punto de vista, un enfoque que destierra el reduccionismo, el facilismo y la simpleza de los polos, de  los dos puntos de vista enfrentados. (Son dos puntos de vista enfrentados o tres, también enfrentados, si incluimos o no la actual prédica de Movadef).

577890_539098792786760_1955942066_nSi recordamos cómo han informado los medios de Lima acerca del libro ‘Memorias de un soldado desconocido’, no hubo ningún ataque, desde ningún ángulo al autor, tampoco se dio ese reduccionismo que he descrito previamente, de los polos enfrentados, solo hemos leído o visto el relato de una vida excepcional durante un período tan complejo en el Perú.  Y el relato de esas experiencias de Gavilán, expresa de forma muy clara la complejidad de lo vivido durante el período de violencia, como destaca Eduardo Dargent en su columna de este domingo en Diario 16 acerca del libro.

Casi todos los comentarios acerca de la historia de Lurgio Gavilán, coinciden en que su libro debería leerse en las escuelas. Dargent aludió a la posibilidad de que quede en el olvido, pero hay muchos modos de evitarlo. Por ejemplo, el documentalista Fernando Vílchez, peruano que ganó un premio por un corto que presentó en el festival de cine de Berlín, está interesado en realizar un documental sobre esta historia.

El texto de Gavilán es valioso además, porque revela experiencias transformadoras, sea en instituciones o por pequeños actos y decisiones de personajes clave. El oficial del Ejército que le perdonó la vida cuando era un niño senderista, la religiosa que vio en él otro futuro posible, la tutora que le sugirió escribir. He pensado mucho en la función de la escritura, en castellano, para un peruano que aprendió a escribir tarde en su segunda lengua. También pienso en el valor del silencio, el estudio y la meditación, para procesar lo vivido, momentos que retrata al contar sus años en el convento franciscano.  Gavilán ha escrito no solo una autobiografía, un relato de la violencia, sino también un texto muy sentido acerca de su relación con los otros, con las personas, con la vida, con el entorno, las plantas, los animales, la comunidad, los suyos. El rescate de las dimensiones que componen lo humano es también esencial es este texto, no es solamente un buen texto de antropología y de memoria de la violencia.

También es importante tener en cuenta que este libro surge en un momento delicado. Hoy las comisiones e Constitución y de Justicia han aprobado el proyecto de ley de negacionismo. 2012 ha sido un año con varios casos de censura a trabajos artísticos que aludían al tiempo de la violencia en el Perú, incluso un documentalista Andrés Mego ha retirado de internet un video sobre la vida del ex senderista Julio Yovera, sobreviviente de la matanza en El Frontón, un documental que no critica los hechos de terror, pero tampoco los promueve, ni aprueba. Y la persecución legalista no es la mejor forma de lidiar con Movadef. Si queremos enfrentar las ideologías extremistas que justifican la violencia, tenemos que conocer quiénes son esos peruanos y sus ideas, justamente para encararlos en el plano de las ideas y no dejar al criterio policial la aplicación de una norma que deja demasiado espacio a la interpretación y subjetividad.

Lurgio Gavilán sostiene en su libro que no quiere hacer juicios de valor ni política partidaria acerca de lo que hicieron Sendero Luminoso y el Ejército, sin embargo su punto de vista no es neutral ni aséptico. Es político porque contiene una posición y una visión acerca del Perú, de los vulnerados, los discriminados, los despreciados y desconocidos por el Estado, tratados así desde antes de que surgiera Sendero Luminoso. Testimonia su paso por tres espacios clave, desde donde intentó cambiar lo que consideraba injusto, impropio o en desorden. Una palabra importante en el libro acerca de lo que ocurre en el Perú, es ‘huklla’, que en quechua significa ‘ser unidos’, estar unidos. Gavilán se pregunta por qué solo cuando juega la selección el Perú se siente así… y no en otros momentos. Esta visión de un Perú fracturado está en la esencia del libro. Esa forma de ver el país, creo, tiene resonancia o es similar a la obra de una artista plástica, Eliana Otta, curadora de una exposición llamada ‘¿Y qué si la democracia ocurre?’: un cartel impreso en offset, un afiche grande, que comparto aquí con ustedes para cerrar esta presentación.

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(*) El título alude a la histeria debido a dos menciones recientes a ese término. Una de Juan Carlos Ubillús, quien en la presentación del libro ‘¿Y qué si la democracia ocurre?’ dijo de algunos artistas plásticos que sus trabajos tenían un componente de histeria al aludir a los problemas de la democracia en el Perú. El lunes último, el antropólogo Javier Torres también afirmó que los medios de comunicación limeños son histéricos.

Nota: este texto fue leído el 12 de diciembre de 2012 durante la presentación del libro ‘Memorias de un soldado desconocido. Autobiografía y antropología de la violencia’, en la que comentaron además Makena Ulfe, Ramón Pajuelo y el propio autor en la sede del IEP.

La defensora del Pueblo, Beatriz Merino, y el presidente Alan García colocan la primera piedra. (Foto: J. Fowks)

La madre de uno de los estudiantes asesinados por el Grupo Colina en la universidad La Cantuta, Raida Cóndor, asistió a la colocación de la primera piedra del Lugar de la Memoria que se construirá en Miraflores. Alan García clausuró el acto. El ministro de cooperación alemán, Dirk Niebel, tuvo palabras justas y directas para un momento como éste. Cóndor dijo sentirse contenta luego de la ceremonia y recordó la sentencia a Alberto Fujimori. Aclaró que la búsqueda de justicia tras la desaparición de Armando Amaro le cambió la vida: dejó de ser ‘sólo’ una madre pendiente de sus hijos.
Los invitados eran predominantemente diplomáticos, miembros de ONG, pocos representantes de asociaciones de víctimas de la violencia, algunos intelectuales, artistas. El ex alcalde de Miraflores, Manuel Masías, que no figuraba en el programa ni ocupaba la mesa de honor, se las arregló para intervenir unos minutos.
Fernando de Szyszlo ha quedado como presidente de la Comisión de Alto Nivel del Lugar de la Memoria luego de la renuncia al cargo de Mario Vargas Llosa.
Tengo mis reparos acerca de lo que será y relatará este Lugar de Memoria, sin embargo, su simple existencia será una señal de voluntad de encuentro y conocimiento entre los distintos ciudadanos que han vivido y viven en el Perú.
Pero mejor escuchen a la señora Raida Cóndor.

 


Traduje este texto pensando en periodistas latinoamericanos, quienes están en posiciones intermedias y de dirección e informan sobre Haití.

Una semana después del peor desastre natural que golpea Occidente en décadas, la cobertura noticiosa en Haití se mueve a una segunda fase. Equipos periodísticos exhaustos que llegaron a Puerto Príncipe con brigadas de emergencia se preparan para el relevo: las mesas de redacción lidian con cómo cubrir una historia que pasa de breaking news a una larga y lenta recuperación.

En tanto la noticia de Haití se mueve de crisis a recuperación, las organizaciones noticiosas están empezando a preguntarse cuál es el mejor modo de apoyar a los periodistas que pasaron la última semana trabajando en medio de la devastación, caos y fetidez de la muerte masiva. Pero mientras los retos para aquellos que están en Haití son claros, es también buen momento de prestar atención a aquellos que están en las redacciones.

Empezar con una parte crítica del grupo periodístico de apoyo, usualmente pasado por alto cuando se considera el impacto de una historia difícil como Haití: la mesa de edición fotográfica o de imagen. Ya sean los técnicos o productores que monitorean el material en bruto, el video no editado cuando llega del satélite, o los editores fotográficos que revisan miles de imágenes fijas, en tiempos de crisis quienes procesan imágenes crudas enfrentan diversos riesgos ocupacionales.

Dicho de manera sencilla, una dieta constante de terribles gráficos, imágenes o audio puede ser aplastante. Los psicólogos han reconocido traumatización indirecta –los síntomas de estrés traumático u otras perturbaciones psicológicas en individuos que absorben niveles tóxicos de horror a través de los ojos –o lentes de la cámara- u otros, como los psicoterapeutas, investigadores de derechos humanos y periodistas. Aunque la fuente de perturbación sea de segunda mano, el impacto es real y a veces duradero.

En una historia de 24/7 como Haití, es importante que el personal que está en el estudio o en la redacción tenga un ritmo en su trabajo, haga frecuentes pausas, comparta las preocupaciones que van surgiendo y dé un vistazo a sus colegas que inesperadamente puedan derribarse con imágenes perturbadoras.

Éste es también un buen momento para que los editores y líderes en las redacciones agucen su alerta para reconocer si hay señales de trauma y determinen un tono para una sala de redacción resiliente, tanto para el equipo de campo en Haití como para quienes rotan en la sede matriz. Las organizaciones noticiosas como la BBC, la Australian Broadcasting Corporation y NPR ahora rutinariamente organizan charlas de expertos -sobre alerta al trauma- para sus editores; si en su sala de redacción no lo han hecho o necesita refrescarlo, la mera dimensión de horror y destrucción en Hautí puede ser una buena ocasión para que eso se dé.

¿Y sobre la primera ola de reporteros, productores y equipo de campo que regresa de Haití?

No asuma que todos en su equipo de Haití necesitan inmediatamente ver a un professional de la salud mental. En vez de ello, concéntrese en el reconocimiento público y privado de la importancia de las comisiones; deje claro a toda la redacción que las respuestas emocionales a una historia como Haití, ya sea reportando en el terreno o trabajando en la redacción, son reacciones humanas naturales, no un signo de debilidad. Anime a los equipos periodísticos a conversar entre colegas, y con usted en privado: y aclare que la dirección apoya a quien todo el que busque apoyo profesional confidencial.

El Dart Centre Australasia en Melbourne ofrece estas recomendaciones para las repercusiones de una comisión excepcionalmente traumática, lo cual particularmente se aplica a la catástrofe en Haití:
– Es esencial que los editores/directores contacten con cualquiera del equipo que ha pasado por una experiencia perturbadora. Esto es parte de la buena conducción del equipo, pero es especialmente importante en caso de una repercusión traumática.
– Enviar a alguien a recibir y saludar a aquellos que vuelven del extranjero o de largas ausencias.
– Reconocer con agradecimientos, almuerzos, bebidas, menciones públicas o correos electrónicos. Un simple “gracias” es útil en el largo camino de apoyar el bienestar y un mejor desempeño laboral. — Conversar (debrief) con los equipos noticiosos que retornan de una cobertura traumática: conversar con ellos sobre cómo fue logística y emocionalmente. No temer la conversación sobre reacciones emocionales fuertes, son normales.
– Animar al equipo a mantener el apoyo de su familia, amigos y redes sociales.
– Recordarles que la perturbación es una respuesta humana típica luego de una exposición a situaciones de trauma. Algunas de esas reacciones típicas son: insomnio, sueños incómodos, pensamientos intrusivos sobre el hecho, elusividad, insensibilidad y sentimiento de que algo malo ocurrirá. También: nerviosismo, excesiva disposición a la actividad, ira, hiperactividad, dificultad para concentrarse. Las reacciones físicas pueden ser sudor, aceleramiento del pulso, mareos o náuseas cuando se recuerda algún hecho traumático.
– Ofrecer apoyo o consejo si un miembro del equipo parece abrumado o excedido en sus posibilidades.

Es importante chequear a los empleados nuevamente en tres o cuatro semanas para ver si algunos de esos síntomas aún se dan. Si ocurre, hay que derivarlos a un especialista en trauma. Durante ese tiempo, hay que mantener una ‘espera vigilante’ (una mirada tranquila sobre ellos). Cualquier comportamiento que se salga de lo común entre los miembros del equipo es un indicador de que no todo está bien.

Recuerde que usted es también parte del «efecto onda del trauma». Note sus propias emociones y no se sorprenda si también siente alguno de los síntomas mencionados u otros que salen de lo común. Asegúrese de cuidarse y decirle al resto que también lo haga.

Fuente: http://dartcenter.org/content/managing-haiti-story
Bruce Shapiro es el director del Centro Dart sobre Periodismo y Trauma, que promueve en el mundo coberturas innovadoras sobre violencia, conflicto y tragedia.